Historias de la tele por Miguel Herrero
Con las manos en la masa
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Entrevistar a Elena Santonja es un gustazo. Nos faltaban los fogones en esta tarde mientras charlábamos “revisitando los 80″. Mantiene una magnífica memoria donde conserva toda la historia de “Con las manos en la masa” y lo que rodeó a aquel mítico espacio televisivo, y eso que sólo guarda 8 programas en vídeo de los 285 que presentó. Pese a sus continuas peticiones a TVE para comprar sus propios espacios siempre ha recibido la misma negativa, “las máquinas están ocupadas”.
Sus comienzos en el medio fueron con un programa llamado “Entre todas”, en el que colaboraba Mayte (la dueña del famoso restaurante Mayte Commodore, posteriormente) y en el infantil “Erase una vez”, en tiempos del Paseo de la Habana. En aquella época comenzó a ser activa feminista, como su amiga Rosa Zumárraga, a quien recomendó para concursar en “Un millón para el mejor” en lugar de hacerlo ella.
Quisieron ficharla como actriz y modelo nada más ver su estilo en una fotografía. Ya hizo un primer papelito en “El verdugo” de Berlanga, con quien repetiría cameo para su “Moros y cristianos” más de 20 años después. Junto a su marido, el genial Jaime de Armiñán (que se conserva igual de lúcido que en sus años mozos), llegó a compartir un par de entregas de los Oscar en los años 70. El año en que era nominada “Mi querida señorita”, la célebre Mae West invitaba a la delegación española a un cocktail, donde Elena le chapurreaba a la actriz cuánto le admiraba.
Después de tres décadas alejada del medio, regresó a la televisión en 1984 con el espacio gastronómico “Con las manos en la masa”. Fue gracias a Ramón Gómez Redondo, jefe de programas de la Segunda Cadena, a quien sigue venerando. El plató reproducía la cocina de su casa, aunque fue variando con el tiempo. Siempre se grabó en Prado del Rey, a excepción de los primeros, que se hicieron desde una sala de la Casa Campo de Madrid. Lo que más se recuerda es su sintonía, de “Vainica doble” (una de ellas, Carmen, era hermana de Elena), con voz de Joaquín Sabina. Ya en el verano del 83, mientras se cocinaban los preparativos, Elena declaraba a La Vanguardia que la música “podría haber sido la cocinita mágica pero prefiero que hagan una especial”.
Al principio recibió muchos palos por parte de la crítica. Alguno demostró su humildad cuando le pidió perdón, más adelante, en persona. No recibió más que un premio, piensa que se debe a que “como no era un dramático…”. Por el programa pasó todo el mundo de la sociedad y la cultura de los años 80, desde los expertos y especialistas en dietética y gastronomía a famosos como Antonio Ferrandis o Miguel Bosé. Recuerda con especial cariño a la escritora vallisoletana Rosa Chacel, a Rafaela Aparicio, Emilio Laguna, Massiel, Martirio o María Luisa Ponte.
Con quien se divirtió soberanamente fue con Almodóvar o con Amparo Baró, que no pararon de cantar. De hecho, me cuenta Elena que su sueño “siempre ha sido el de ser una cantante de orquesta, y negra”. A Amparo la conocía desde la juventud, por eso compartieron juntas aquellas “recetas de Elena” en la primigenia televisión matinal (después con Chus Lampreave) y siguen profesándose mútua admiración. Todos pasaron por el programa, desde Fernán Gómez a Miliki aunque se quedó en el tintero Lola Flores (y Lolita). Por culpa de la agenda apretada de la Faraona, no pudieron realizar el plató que habían planeado, “pescao al amarillo” (al azafrán).
De mis tierras castellanas lo que más le gusta son unas sopas de ajo calentitas para el invierno. Precisamente en Pedraza (Segovia) tenía una casa en la que compartía vivencias con sus amigos, como Ana Belén y Víctor Manuel, y que un mal día se quemó. Lo que más le gustaba preparar en “Con las manos” era el pescado y no fue habitual hacer postres, “porque se necesita un control exacto de cantidades”. Simone Ortega, autora de las “1080 recetas de cocina”, se equivocó de tarro, echando sal en vez de azúcar a una tarta y fue el equipo quien lo descubrió al probar bocado…
En otra ocasión, preparó junto a Sara Montiel, las famosas gachas. Aunque la harina que utilizaron no se recomendaba usar en aquella época y recibieron alguna crítica. Fue muy importante el lenguaje, que era el que había conocido en su casa, “majar”, “que no se arrebate”… y una imagen inolvidable, la del aparato con el que echaba la pimienta. Aún compra Elena ese modelo en una ferretería cercana de su casa. Nunca se quemó ningún plato pese a las numerosas horas empleadas en la grabación, hasta 6 horas, normalmente por la mañana. Producción solía ser ahorrativa con el género, llevándole una merluza “pequeñita”, que en alguna ocasión llegó a tirar como señal de molestia.
Solían grabar con 4 programas de antelación por si acaso se ponía mala. Todos los días era invitada a actos relacionados con la gastronomía, en el Ritz, en el Palace… hasta que acabó “Con las manos”. Desde aquella misma semana notó que no le llegaban más invitaciones. También llegaban muchos regalos a su propia casa y multitud de cartas a los platós de TVE, que nunca leyó porque “no tenía tiempo”.
Alguna fue de un espectador enamorado, de caricaturas con diversos moños y hasta una dura crítica, “que era una guarra. Porque metía los dedos en la comida para probarlo”. Lo comentó en el programa cuando llevó a Cristina Almeida, que como buena abogada, “me recomendó denunciarlo, y yo le decía que no”. El éxito del programa, considerado en su época como ”divulgativo”, fue tan importante que pasó de la Segunda Cadena a la Primera, cosa que le gustó mucho a Elena, pero fue decisión de su amiga Pilar Miró.
Le pregunté a Elena por sus compañeros de televisión. En el pódium de recuerdos está Fernando García Tola, además de Chicho, Guillermo Summers, Pablo Lizcano, Javier Gurruchaga, Alaska o Lolo Rico (de “La bola de cristal”). Por cierto, que Elena no recordaba que se hizo un muñeco de guiñol con su imagen, a lo Spitting Image, para “La bola”. El final de su espacio tuvo mucho que ver con el patrocinio de las marcas.
Durante años se taparon las firmas de los electrodomésticos pero cuando se les ocurrió anunciar los “Alimentos de España”, especialmente el aceite, consideraron que ella debía hacerlo gratis. Recuerda el silencio que se hizo cuando ella dijo no estar de acuerdo. Ya había mostrado claramente que no era una interesada al no cobrar nada de las revistas, fascículos y demás merchandising que surgió del espacio. La tensión desembocó en el cierre del programa. La despedida no pudo ser más fría. Nadie le dijo que se acababa el programa o que ya no debía regresar. Tras 8 años triunfando, nadie dio la cara por su despido.
Siente que, a pesar de las conversaciones que mantuvo con Manuel Martín Ferrand y Juan Cueto (de Antena 3), las cadenas privadas no le ofrecieran ningún proyecto. La televisión iba por otros derroteros. Llegó Arguiñano, con quien nunca se ha encontrado estos años (y que ni siquiera la saludó en el reciente Festival de TV de Vitoria, donde fue ovacionada), José Andrés (que la llevó a su espacio a pesar de que saliera tan sólo minuto y medio) o “Masterchef”.
No ve nunca otros programas de cocina, especialmente porque apenas ve la televisión, aunque sí compartió charla con Alberto Chicote hace unos meses en un encuentro digital. Elena se dedica a la pintura, a mantener viva la memoria de “Vainica doble”, a viajar y conocer culturas (vuelve cargada de especias de multitud de países), siempre recibiendo el cariño de la gente, el que ella transmite campechanamente. Manteniendo su vitalidad, un magnífico humor y sin arrancarle una mala palabra de nadie. Toda una señora.
Vídeo de la entrevista telefónica con Elena Santonja
Historias de la tele por Miguel Herrero
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